25 de octubre de 2009

El secreto de Pequeña Tortuga, un cuento para aprender a controlarnos

Había una vez una hermosa y joven tortuga. Tenía 7 años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga.

A Pequeña Tortuga no le gustaba mucho ir al colegio, prefería estar en casa con su madre. No le gustaba aprender cosas ni seguir las normas de su mamá. A ella solo le gustaba correr, jugar y hacer siempre lo que ella quería.

Era demasiado difícil y pesado hacer actividades del cole y copiar la pizarra o seguir las normas de mamá o las pequeñas responsabilidades que tenía en casa.

No le gustaba escuchar al profesor y nunca recordaba lo que tenía que hacer en casa. A Pequeña Tortuga lo que le gustaba era ir enredando y saltándose cada norma, y meterse en líos con los otros niños de la escuela.
Así, el colegio y las normas de casa para Pequeña Tortuga se hacían muy difíciles.

Cada día, cuando iba hacia el colegio o volvía para casa, Pequeña Tortuga se decía a sí misma que quería estar siempre contenta y ser feliz y que al día siguiente lo haría lo mejor posible, para no meterse en líos.

Pero era muy, muy fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final, siempre acababa enfadada o girando sobre su concha como una peonza mientras gritaba, o discutía con mamá o peleaba con los otros niños, o la castigaban.

Y así era la vida de Pequeña Tortuga cada día.
Estaba siempre tan enfadada que empezaba a tener la cara de color gris o amarillo, de tanto gritar y enfadarse y ese color no le sentaba nada, nada bien.
" Siempre estoy metida en líos- pensaba- como siga así, nunca me gustarán el colegio ni los demás niños y siempre estaré enfadada en casa". Y Pequeña Tortuga lo pasaba muy, muy mal, pero que muy, muy mal.

Un día de los que peor se sentía, después de haberse enfadado con su mamá por no hacer sus tareas, se encontró a la más grande y vieja tortuga que hubiera podido nunca imaginar. Era una vieja tortuga de más de 300 años, grande y alta como una montaña.


Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba asustada al ver a Grande Tortuga.
Pero Grande Tortuga era taaaaaaaan amable como grande, y estaba dispuesta a ayudarla.

" ¡Oye, ven aquí! , dijo con su potente y fuerte voz.- Te contaré un secreto de tortugas. ¿ Tú no te das cuenta de que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?

La pequeña tortuga no sabía de lo que le estaba hablando y empezó a mover hacia un lado y hacia el otro su cabeza.
"¡ Tu caparazón!- le gritó Grande Tortuga- ¿ Para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas rabia o empieces a sentirte enfadada, siempre que tengas ganas de romper, de gritar , de pegar...

Cuando estés en tu concha, puedes parar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadada. Así, que la próxima vez que te enfades, ¡ métete en tu concha!".

A Pequeña Tortuga le gustó la idea y estaba realmente contenta de poder intentar en casa y en la escuela este pequeño gran secreto de tortugas, que solo las tortugas más inteligentes y sabias conocían.
Al día siguiente lo puso en práctica. De repente, un niño que estaba cerca de ella, accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Pequeña Tortuga empezó a sentirse realmente enfadada y a punto estuvo de perder sus nervios, explotar como una olla a presión y devolverle el golpe, cuando de pronto, recordó lo que Grande Tortuga le había dicho.

Se sujetó los brazos, las piernas y la cabeza, y tan rápido como un rayo, que para una tortuga no era nada fácil, se mantuvo quieta y en silencio hasta que pasó el enfado.
Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar.
Cuando salió, se sorprendió de ver a su profesor y a los otros niños sonriendo, contentos y orgullosos de ella.

Esa misma noche cuando llegó a casa, Pequeña Tortuga tuvo que usar su secreto en la cena. Mamá puso unas verduras largas y verdes y Pequeña Tortuga comenzó a mirarlas y a a sentirse muy, muy enfadada. ¡ Ella quería comer salchichas, no verdura!.
Se puso primero roja, después verde y azul y comenzó a sentir mucha rabia porque su mamá no hacía lo que ella queríao deseaba.
A punto estuvo de explotar, cuando recordó que tenía en su mano un gran secreto de tortugas.
Inmediatamente se paró y recogió sus brazos, sus piernas y su cabeza y se quedó allí dentro, como si se hubiese encogido dentro de su caparazón. Tensó el cuerpo tomando aire y lo relajó soplando suavecito hasta que todo el aire estuvo fuera. Y así lo hizo hasta que se sintió calmada y pasó su enfado.
Al salir,mamá estaba tan orgullosa de ella y tan contenta, que de postre le puso un gran trozo de tarta de chocolate para tortugas, con unos tropezones de rica hierba.

Tortuga continuó usando su secreto el resto del año. No siempre le salía a la primera, pero lo importante es que lo intentaba y cada día lo hacía mucho, mucho mejor.
Otras veces, era mamá o sus amigos o su profesor, los que le recordaban diciéndole -¡ Tortuga! , lo que tenía que hacer.
Lo utilizaba siempre que alguien o algo la molestaba y también si ella quería discutir con alguien o gritar.
Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió tan contenta de sí misma y pensó que había conseguido controlarse de una forma tan inteligente y buena, que en casa y en el cole todo el mundo la admiraba y querían conocer cúal era su mágico secreto.
Pero claro, éste era el secreto mejor guardado del mundo y muy pocos niños lo conocen. Y sólo tú y Pequeña Tortuga lo conoceis ahora y tenéis el poder de utilizarlo.
¡ Recuerda! Sólo hay que decir la palabra mágica: ¡ Tortuga!. ¡ Y puedes cambiar todo lo que te pasa!
**Este cuento es una adaptación del cuento creado por el colegio estadounidense Points of Woods, para ser trabajado en clase.
Al principio, como para el niño es difícil darse cuenta de que está muy enfadado, hay que ayudarle diciéndole la palabra clave "tortuga", para que vaya a su habitación un ratito y se meta en su caparazón. Después de contar el cuento al niño, le mostramos la postura de la tortuga pidiéndole que la imite: sentados en la cama o en el suelo, flexionamos las rodillas y nos abrazamos las piernas apoyando el mentón contra el pecho, como si nos hubiéramos encogido dentro del caparazón. Después, empezamos la secuencia de la respiración. Siempre que use esta técnica, habrá que reforzar su comportamiento.

1 comentario:

  1. Muy interesante este cuento para nuestros hijos. Gracias por colgarlo, seguro que en algun momento nos servira. Ana.

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